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Foto: Presidencia de la República
Ni Uribe lo habría pensado: El presidente va mal, ¡pero el país va bien!
Por: Germán Cárdenas González
Ni Álvaro Uribe Vélez, ni yo, que voté por Gustavo Petro, habríamos supuesto un escenario más autóctono que el que vive hoy el país del Sagrado Corazón, con o sin consagración. El primer presidente de lo que aún llaman izquierda los que no salieron de la guerra fría, resistido hasta la enfermedad por los que se creen de derecha y que tampoco leyeron a Fukuyama, ha hecho honor a su larga y exitosa carrera como parlamentario y líder opositor y también a su corta y poco exitosa labor como gobernante. Todo podrá decirse de Petro menos que haya defraudado, pues en sus pocos aciertos y en sus múltiples yerros el presidente habla y actúa tal cual como lo hemos conocido en sus más de 35 años de vida pública desde que Daniel Coronell lo entrevistó en aquel 1988, aún en la clandestinidad del M-19.
Cumplido un año completo del llamado gobierno del cambio, el presidente Petro se ha gastado casi todo su capital político y de gobernabilidad por su intolerancia a la crítica periodística, política y ciudadana, pero también por sus malos manejos del gabinete que lejos de mostrar resultados exhibe permanentemente a ministros y ministras poco preparados y quienes sí lo eran fueron separados del cargo por la misma intolerancia. Y la frutilla del postre desastre la puso su hijo Nicolás Petro Burgos al ser protagonista de un escándalo de corrupción que puede salpicar inevitablemente al primer mandatario, más allá de que las evidencias penales son débiles en medio de la inflada que premeditadamente han hecho los medios de oposición.
Petro se erige como un moralista inquebrantable en un contexto árido de valores éticos. Su presencia en el Congreso adquiere relevancia al haber forjado una coalición parlamentaria que resultó en la aprobación de un ambicioso Plan de Desarrollo y una reforma tributaria. Sin embargo, este vínculo se desmoronó poco después cuando Petro decide romperlo, rechazando la concesión de puestos a figuras y partidos políticos como contraprestación para impulsar reformas estancadas como las de salud y pensiones.
A pesar de la inconformidad que implica colaborar con opositores tildados de corruptos, resulta imperativo para un líder sin mayorías absolutas establecer acuerdos con las fuerzas democráticas elegidas. En este escenario, prevalece el interés nacional por encima de las convicciones personales. El desenlace de la inflexible postura de Petro se traduce en un estancamiento de las reformas gubernamentales.
La transformación hacia una sociedad fundamentada en virtudes no se consuma automáticamente al investir a un presidente de inclinaciones moralistas; este proceso es progresivo y demanda tiempo. No obstante, el sombrío episodio de corrupción protagonizado por su propio hijo podría incidir positivamente en Gustavo Petro: un reconocimiento de que la realidad no siempre concuerda con nuestras ideas preconcebidas.
Es un panorama que no es bueno para el presidente, pero que no se traduce en una mala situación para el país. Cosas que solo ocurren en nuestro Macondo eterno. No nos hemos convertido en la Venezuela chavista y, por el contrario, la inflación, esa gran causante de pobreza en países socialistas, ha cedido a niveles óptimos pospandemia. A pesar del actual ambiente de desconcierto que cubre al presidente, Colombia ve avances significativos en su obra. Después de enfrentar obstáculos durante varios años, Colombia se convirtió en el decimocuarto país en ratificar el Acuerdo de Escazú, una iniciativa orientada a salvaguardar los derechos de los defensores medioambientales. Durante el año 2022, la deforestación experimentó una disminución notoria del 29,1% en comparación con el año anterior, marcando un descenso de 174.103 hectáreas deforestadas en 2021 a 123.517 hectáreas en 2022, la cifra más reducida en una década, así esta se deba en parte a la presencia de las disidencias de Iván Mordisco que disuade a los también criminales que matan el ecosistema para pastizales de ganado.
Asimismo, la administración del economista Gustavo Petro, que ha mantenido el enfoque pragmático en materia económica por el cual Colombia es reconocida, ha logrado recuperar varios de los valores económicos que se vieron afectados durante la pandemia. De acuerdo al Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en junio de 2023 la tasa de desempleo a nivel nacional se situó en un 9,3%, reflejando una disminución de 1,9 puntos porcentuales. Además, en lo que va del año 2023, el peso colombiano ha experimentado una revaluación del 14,3%, liderando el grupo de monedas de mercados emergentes que más han ganado terreno frente al dólar, según lo reportado por The Financial Times.
El 31 de julio el presidente Petro promulgó la Ley 2307 que establece la gratuidad de los programas de pregrado en las instituciones de educación superior públicas. En contraste, el pasado 5 de agosto, un evento que podría señalar el comienzo del fin de la última guerrilla armada en Colombia quedó eclipsado: el inicio de un cese al fuego bilateral con el ELN. La posibilidad de poner fin a la búsqueda de poder mediante el uso de armas también se vislumbra en el horizonte. En síntesis, al presidente Petro no le va bien, pero al país sí, contrastes e ironías de nuestra Colombia.