Las cifras de exportación de las fábricas chinas están superando las expectativas de manera sorprendente, lo que genera preocupación por los empleos en todo el mundo y desencadena una respuesta cada vez más enérgica. Desde productos de acero y automóviles hasta dispositivos electrónicos y paneles solares, las fábricas chinas están encontrando una creciente demanda en mercados extranjeros. Si bien este apetito global por los productos chinos es bienvenido por el país, que enfrenta desafíos económicos en sectores clave como la construcción y el equipamiento de viviendas, otros países están comenzando a sentir los efectos negativos.

Preocupados de que el ascenso económico de China pueda ser a expensas de sus propias industrias, varios países están tomando medidas. La Unión Europea, por ejemplo, anunció recientemente planes para imponer aranceles a los coches eléctricos provenientes de China, citando pruebas de subsidios gubernamentales ilegales a las exportaciones chinas, una afirmación que China ha negado.

Este crecimiento sin precedentes en las exportaciones chinas está impulsando la economía del país y generando empleo, pero las preocupaciones persisten en otras regiones, desde Europa hasta el sur de Asia, sobre el impacto negativo que podría tener en sus propias fuerzas laborales. La Organización Mundial del Comercio ya había anunciado hace poco que la economía mundial estaba repuntando gracias al intercambio de productos en el mercado internacional.