¿Avión accidentado o derribado? El misterio sin aclarar del vuelo TWA 800.
Redacción Internacional - 17/7/2025 - 15:39
gercargo@hotmail.com
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¿Avión accidentado o derribado? El misterio sin aclarar del vuelo TWA 800.
Redacción Internacional - 17/7/2025 - 15:39
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El 17 de julio de 1996, mientras el mundo estaba atento a la inminente apertura de los Juegos Olímpicos en Atlanta, Estados Unidos vivió una catástrofe. Un Boeing 747 de Trans World Airlines, vuelo 800, despegó del aeropuerto JFK en Nueva York con destino a París y Roma, pero apenas doce minutos después, una explosión en pleno vuelo iluminó el cielo nocturno sobre Long Island. Los restos de la aeronave cayeron al Atlántico y las 230 personas a bordo fallecieron, convirtiéndose en uno de los siniestros más trágicos y polémicos de la aviación comercial.
La aeronave, identificada como N93119, había sido entregada a TWA en 1971 y sumaba 16.869 vuelos a lo largo de su carrera. Aquella tarde, el Boeing había llegado de Atenas, fue preparado para continuar su servicio y, tras un retraso con el equipaje, despegó hacia su próximo destino con 212 pasajeros y 18 tripulantes. En la cabina estaban experimentados profesionales, encabezados por el capitán Ralph Kevorkian y un equipo con décadas de experiencia.
A las 20:31, cuando sobrevolaba el Atlántico, la señal del vuelo desapareció del radar. Pocos minutos después, pilotos y testigos desde tierra relataron haber visto una explosión y bolas de fuego precipitándose al mar. El desastre no dejó sobrevivientes y sus secuelas se hicieron sentir en todo el país.
La noticia generó una movilización masiva: rescatistas de la Marina, la Guardia Costera y barcos pesqueros rastrearon la zona. La esperanza inicial de encontrar sobrevivientes dio paso a la dolorosa recuperación de restos y cuerpos. Paralelamente, familiares de las víctimas se concentraron en el llamado “Hotel de los corazones rotos”, aguardando noticias en medio del dolor y la incertidumbre.
Las autoridades federales, incluyendo FBI y NTSB, colaboraron en una investigación conjunta que desde temprano estuvo marcada por tensiones, teorías de sabotaje y frustrantes demoras en la información. La falta de respuestas alimentó la desconfianza pública y surgieron especulaciones sobre posibles causas, desde fallas técnicas hasta atentados.
Durante cuatro años, expertos analizaron miles de fragmentos recuperados del océano. Se evaluaron numerosas hipótesis, incluida la posibilidad de que un misil o una bomba hubiese provocado la tragedia, motivado por testimonios de testigos sobre luces o explosiones inusuales en el aire. Sin embargo, el análisis de los restos y la evidencia técnica permitiesen descartar estas teorías, así como la de una falla estructural previa.
El informe final de la NTSB concluyó que la catástrofe fue causada por la explosión del tanque central de combustible. La acumulación de vapores inflamables se combinó con el calor y, presuntamente, con una chispa producida por un cortocircuito en el sistema eléctrico, lo que generó la detonación que destruyó al avión en pleno vuelo. Aunque no se logró identificar con certeza absoluta el origen de la ignición, la investigación impulsó nuevas normativas sobre la seguridad de depósitos de combustible.
A pesar del cierre oficial del caso, años después el estreno de un documental reavivó las dudas en la opinión pública sobre las verdaderas causas del accidente, presentando voces que sostenían la hipótesis del derribo por misil y sugiriendo encubrimientos oficiales. Estas propuestas, sin embargo, no fueron confirmadas ni condujeron a reabrir la investigación por parte de la NTSB.
El desastre del vuelo TWA 800 dejó una huella profunda en la sociedad y en la historia de la aviación civil, estimándose el costo de la investigación en más de 40 millones de dólares. No solo marcó un quiebre en los protocolos de seguridad aérea, sino que también representó un momento clave para la difusión y el seguimiento de noticias a través de internet, con récords de visitas a portales informativos en todo el país.