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Foto: Presidencia de la República.
Por: Germán Cárdenas González
Noventa mil personas salieron a las calles de Colombia a mostrar su desacuerdo con Gustavo Petro, según cifras de la Policía Nacional. Unos miles más de los que salieron hace unos días a respaldarlo. En ambos casos, las fotos sesgadas en el tiempo -como la que descaradamente puso el presidente cuando aún no se había llenado la Plaza de Bolívar-, manipuladas en ángulos cerrados para dar la sensación de gentío o abiertos para destacar vacíos, o la desvergonzada manipulación digital para sumar o restar gente según la orilla fanática fueron el reflejo de lo que las extremas polarizadoras hacen de la política: un tinglado donde el oponente es negado, noqueado sin pelear y merecedor de cualquier mentira total o parcial con tal de no reconocerle identidad ni validez.
Muy grave representa para el futuro del país la negación obcecada del presidente Petro quien en contra lo de lo visualmente claro y lo políticamente diáfano, se cierra en su delirio mesiánico y no ve sino lo que quiere ver, es decir, un país que él cree que lo respalda, con una mayoría de apoyo a sus reformas y una oposición débil y minoritaria. Esto es contrario a lo que se vive en la nación luego de diez meses del llamado gobierno del cambio que es un aumento de la inseguridad en campos y ciudades, incertidumbre por unas reformas mal planteadas a pesar de los puntos buenos, escándalos de presunta corrupción, pérdida de apoyo ciudadano y un ataque despiadado a la prensa desde la Casa de Nariño que refleja la intolerancia del primer mandatario con cualquiera que ose cuestionarlo, más allá de los deslices antiéticos de algunos medios.
Tiene tiempo el presidente Gustavo Petro para corregir el rumbo y poder llevar a cabo las trasformaciones que de buena voluntad y con estudio serio le ha propuesto al país; pero como todo en política no es la cerrazón obstinada de imponer ideas, sino la actitud asertiva la que logra consensos y da resultados que, la mayoría de las veces, son pragmáticos y no utópicos como ingenua y tozudamente cree el presidente. Así, sumando enemigos y restando apoyos, la caída libre de su popularidad aumentará vertiginosamente. Ojalá el presidente no se estrelle contra el suelo.
Si continúan los fracasos legislativos y el rechazo de la opinión pública, a Gustavo Petro sólo le quedará terminar tres años de gobierno a lo Iván Duque: demostrando ineptitud, pero fanfarroneando de unos inexistentes logros. Se consolará con que como expresidente podrá tener un par de décadas -como los demás- jodiendo al país por lo que “no lo dejaron hacer” en su cuatrienio y según él debió hacerse. Samper, Pastrana y Uribe le pueden quedar chiquitos, ahí sí, porque de lo único que ningún colombiano tiene dudas es de la habilidad política del actual mandatario…cuando no es él quien manda.